sábado, 5 de octubre de 2013

LA GRANJA DE LOS IDIOTAS – Cuento del BORRICO y EL TEJON



Erase una granja, que se parecía a un ayuntamiento, donde, tras mucho intentarlo, el Borrico llegó al poder. Este Borrico no era el principal del gobierno, pero era el muñidor en la sombra. El que se encargaba de las tareas sucias.
En ese poder llevaba ya varios años un Tejón, criatura mustélida de patas cortas e ideas aún más cortas, que medraba en él, muy agusto ya que el poder le era grato debido a su complejo de mal bicho.
El Borrico tenía una obsesión, demostrar que los anteriores ocupantes del poder eran malos. E inició, ayudado por las zorras y víboras de la granja que habían estado en los aledaños del poder en el anterior gobierno de la granja, una búsqueda de asuntos sobre los que poder apoyarse para su fin.
El Borrico descubrió que el Tejón había sido tremendamente malo en su gestión, e incumplido muchas normas de comportamiento animal, en la edificación de los nuevos graneros y porquerizas. Así descubrió que muchos asuntos se habían quedado en el cajón de el Tejón, sin denunciar y sin actuar contra los defraudadores.
Ambos, Borrico y Tejón se dedicaban en las asambleas de animales de la granja a lanzarse gruñidos e insultos, pero después se llevaban bien. Ya llevaban años repartiéndose el poder y dejando tras de si muchos cadáveres de otros animales afines. Y al final se guardaban los lomos el uno al otro.
Así pues  le dijo al Tejón. "Si investigamos tu comportamiento te vas a caer con todo el equipo, queremos sangre de alguno de tus socios para que se note que estamos nosotros en el poder".
El Tejón, rastrero y comedor de gusanos, se asustó y les puso en bandeja la posibilidad de cargarse a una Cabra que había estado echándoles una mano en la anterior etapa. Total que más le daba aél, no era de su establo y además la cabra iba por libre.
A la cabra le había tocado llevar un gallinero y una conejera que estaban llenos de conejos y gallinas llevados por el Borrico y el Tejón. O todas las gallinas y conejos habían llegado a ese sitio por recomendación de ambos. Incluso llegaron a meter una zorra durante la etapa de la cabra para llevar el control de los huevos puestos, que se apareaba con el Borrico de forma innatural. Y aprovechaba para vender parte de los huevos de tapadillo fuera del control.
La cabra descubrió lo de la zorra y trató de denunciarla al Tejón pero a éste no le interesaba, total todo el mundo robaba algo en la granaja aquella, y ésta zorra además actuaba con el consentimiento y conocimiento de su amigo el Borrico.
Como la denuncia de la Cabra a la Zorra se hizo pública, el Borrico pactó con el Tejón dejarlo a él en paz por sus irregularidades pero obteniendo su apoyo para cargarse a la Cabra, y así se gestó.  
Así es que el Tejón Borrico se deshizo en elogios hacia la tarea del Tejón, encubriendo sus fallos y tratando de matar a la cabra de paso, pero resultó que pese a rebuscar en todo el establo, no encontraron nada que la cabra hubiese sisado. La cabra había sido honrada.
El Borrrico, se apareaba ahora con la Zorra a menudo, ésta levantaba la cola y se ponía de patas abiertas a cualquiera que pudiera ofrecerle posibilidades de promoción dentro de la granja, y rajó de lo lindo de la cabra, que le había quitado su medio de enriquecerse.
Así es que la cabra se vio abocada a tener que acudir al granjero como supremo poder dentro de la granja. El granjero vio que la cabra era buena y que tan solo era inconsciente de la maldad que la granja acumulaba entre los bichos que había allí.
Y así el granjero exculpó a la Cabra, que desde entonces no volvió por la granja, (No se me vaya a pegar la idiotez y maldad que por aquí acecha, dijo al irse).
La Zorra fue pillada en varias ocasiones en posturas poco decorosas ofreciendo sus favores a cambio de reconocimiento, pero al final el resto de los animales de la granja la repudiaron porque de tanto aparearse terminó portando graves infecciones.
El Tejón fue el responsable de que muchas gallinas y conejos de la granja fuesen inmolados por tapar sus vergüenzas, pero como a él le importaba muy poco el resto de los animales diose grandes golpes de pecho, y dejó que se los llevaran al matadero.
Y el Borrico, inútil y fiel a su especie, siguió dando coces sin ton ni son, hasta que un día en su obcecación se despeñó por un monte y reventó.
Y colorín, colorado, esta fábula se ha acabado.