Se han desatado todos los fantasmas de la derecha española. El procesamiento a Garzón es tan sólo la gota que rebosa un vaso, por el que una parte de este país llamado España, pretende tapar de forma descarada y soez una parte de la historia que se cerró en falso.
¿Saben ustedes porqué se llegaron en su momento a los pactos de la Moncloa y hoy no somos capaces de sentar a la derecha para salvar lo poco que queda de España?... por miedo. Una conversación con uno de los padres de la patria, me decía hace poco con esto de la crisis: "Fraga pactó con el resto del país, porque temía que, en una situación de crisis como la que se vivía en aquellos momentos, las actitudes vengativas de la izquierda desembocaran en un nuevo conflicto civil".
Pero de eso ya hace mucho tiempo. Y hoy la derecha española, no toda, pero si la más reaccionaria y rancia, aquella que aún lleva llaveros de Francisco Franco y gemelos con la bandera preconstitucional, ya no tiene miedo. Se han convencido de que controlan todos y cada uno de los resortes del poder que necesitaban: la iglesia, ya está con ellos una vez pasado el aluvión de los curas obreros y de izquierdas (¡Tarancón, al paredón!, ¿recuerdan?). La prensa y los medios están casi todos controlados por el capital afín, y la visión o lectura de los pocos medios menos derechizados ha caído por efecto de la desamortización cultural a la que se nos ha sometido. Los empresarios ya saben que con la derecha se vivirá mejor, ante el avance de los izquierdosos que quieren mayor justicia social y que quieren aplicar la máxima marxista "cada cual segun sus posibilidades". Y finalmente, la justicia, tras las habilidosas maniobras del “manda güevos”, colocando acólitos en los altos tribunales, puede enseñar su verdadera cara.
No me gusta Garzón, conste. Creo que solo sirve a sí mismo, con grandes dosis de un protagonismo que le supera. Y si sale de ésta de forma airosa, no va a haber quien lo tosa hasta que se jubile. Y aunque en algunas ocasiones se ha extralimitado, que no en la que lo ha llevado al banquillo, el Partido Perdedor en su afán de desmontar el caso Gürtel, ha hecho un movimiento demasiado chusco y arriesgado, que ha descubierto su cara jurídica, y eso ha enervado a una parte del país que aún no ha cerrado con conformidad las heridas de guerra. Y es que eso era imposible, se puede aplazar, se puede posponer, pero una sociedad que esconde lo que nosotros escondemos de la guerra civil, es una sociedad enferma en términos psiquiátricos, que termina sacando a la luz ese trauma de cualquier forma.
Y aquí entra el momento. Escandalizando a medio mundo, que no termina de entender nuestra justicia, otrora alabada precisamente por el arrojo de este juez que se atrevió a inmovilizar a Pinochet, contra el criterio del gobierno español de Aznar. Que, siguiendo los absurdos trámites burocráticos, pidió un acta de defunción de Paquito, y que ha tenido golpes magistrales contra el narcotráfico y ETA. Aunque también algunas clamorosas malas instrucciones de casos, que dieron con los sospechosos en la calle.
NO me gusta Garzón, pero el cómputo general le avala, y su mediatización le supera y le protege, por lo que coloca en una situación muy incómoda a todo el sistema judicial y por ende a todo un país que se divide, como siempre, en dos bandos, uno jaleando y otro lo contrario.
Y lo peor de todo esto es que se hace por una demanda que presenta Falange Española. Cuyo nombre debería, como el de Hitler, Mussolini, Partido Nacionalsocialista, Radovan Karadzic, y otros, estar proscrito del diccionario democrático, pero que, como siempre, en ese afán de ser más garantistas que nadie, se permite en España. La democracia enferma cuando se producen estos casos. La historia ha dado suficientes ejemplos como para haber podido evitar que existan partidos como ese, herederos directos de los causantes de la gran herida que divide aún a España.
Y como ya no tienen miedo de nada, se atreven con todo. Incluso a querellarse, de forma inmoral, para proteger los desmanes de sus camaradas de la camisa nueva y manchada de sangre.
No me gusta Garzón, pero en estos momentos tan sólo puedo lamentar que los del fascio judicial se hayan quitado sin vergüenza las togas negras y vestidos de azul impecable se hayan ido a por él. Si pierde, pierde la democracia, porque lo elevan a mártir. Si gana, tenemos un semidiós al que no habrá forma de poner en su sitio. Mala solución en todo caso. Pero aunque no me guste, debo decir que cuenta con mi apoyo, con matices, pero antes que avalar a sus contrarios, me quedo con lo malo.
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