No hace falta poner nombre al Candidato que postulo como personaje para una de mis óperas.Es aquel que, cada cuatro años y por la primavera, presenta el Partido como aspirante ilusionado a la Alcaldía de Córdoba. Es la persona destinada a perder y, a cambio de los cromos de Sevilla, a facilitar el poder a otro que también, pero menos pierde; y ello en detrimento del ganador de las elecciones. Es aquel que durante la precampaña y, aunque menos, en la campaña misma, nos hablará de lo mucho bueno que hará por nosotros. El que primero marcará distancia con aquél, también perdedor, a quien está destinado el bastón de mando para, después y en aras de un «gobierno social y democrático», matizar lo que dijo y decir diego «en pro ciudadano». Personaje airoso donde los haya, se ha convertido en uno de los símbolos de nuestra Córdoba. En uno de sus signos distintivos como el salmorejo, las benditas peñas y la economía sumergida. Alguien del que habrá incluso quien será capaz de sentirse orgulloso. Mas como quiera que, a pesar de sus prebendas, ser el Candidato es apetecido por muy pocos, esta vez lo ha tenido que ser un miembro del Aparato. Es decir, alguien que más o menos dedica su vida a un partido, a cambio de que éste le «arregle» la suya.Dicen que este candidato lleva a sus espaldas más de 400 contactos con grupos y organizaciones para así conocer, de mano prima, los problemas, si los hay, de nuestra ciudad. Por lo pronto, su lema de campaña, «por Córdoba», es novedoso e imaginativo, por lo que no es descartable que concite el voto de algunos.
El final, si el ganador de las elecciones no triunfa por mayoría absoluta, es inevitable y conocido por todos. Otro gobierno «abierto y participativo» y otros cuatro años construyendo palacios del sur, del este y del oeste, pistas fluviales de aterrizaje y, en fin, tejiendo y destejiendo sobre el enrevesado lienzo del PGOU, entre riadas, arqueológicos hallazgos, parcelaciones ilegales y, en fin, maravillosas recreaciones arquitectónicas, por las que ya algunos nos conocen como «La Ciudad Encantada de Cuenca».
El personajes operístico destinado a ser representado por nuestro Candidato no podría ser otro que el Lord Bucklaw, losposino, de la Lucía de Donizetti. Aquel pobre badulaque que, en unas nupcias por interés, en vez de catar las morbideces de la amada, murió asesinado por sus propias manos, en la misma noche de bodas y sin consumar el matrimonio. Bien es cierto que, a diferencia del tenorino en cuestión, a nuestro candidato felizmente no le aguarda la muerte, sino un buen pasar, con una paga no magra, en otro «gobierno de progreso».
Manuel Muñoz Moya . Publicado el 31/01/2011
¿Y este no se rajará como el juez?
ResponderEliminarNo me gusta cuando callas porque estás como ausente, vaquero..
ResponderEliminarLo siento Marion, estoy en estos momentos fuera, viajando a lomos de mi poney por una praderas que desconozco y tengo toda mi atención centrada en no perderme en este proceloso cabalgar. pero estoy acumulando historias, algunas para no dormir. Ya vuelvo.
ResponderEliminarA lomos de un poney? Vaquero, tu lo que necesitas es un caballo más grande. O acaso es por lo de paso corto, paso seguro?
ResponderEliminarHe vuelto. A ver si ahora y viendo lo que se mastica en este lugar del infierno puedo encontrar ánimos para escribir porque vaya, vaya, bocadillo de caballa...
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