lunes, 8 de agosto de 2011

Esperanza, La Guerra de las Galaxias y una niña en el metro

Esta mañana he estado en Sol, de nuevo quería impregnarme en el espíritu del 15M, ese espíritu que la suma sacerdotisa del capital madrileño, doña Espe, está tratando, con la ayuda del gobierno central, de recolocar. Como si fuese un amiguete más de los que ha recolocado. Y allá que los tiene a todos medio locos por ver donde los pone para que no le afeen la visita de su santo padre.


No sé que tal andan los lectoblogueros de frikismo, o de afición al cine. Pero andaba yo enfrascado en mis pensamientos de regreso en el metro, que por cierto nos lo acaban de subir a 1,50 euros, una subidita de 0,50 euros, estos del PP, que no iban a subir los impuestos ni ná de ná, no suben el impuesto de Patrimonio, pero si el metro de los curritos, que se note de dónde somos.

Decía, iba yo en el metro, pensando en cómo se iban a mover los mercados esta mañana, tras la debacle del fin de semana de los de Sinverguenzas & Putas, y sinceramente, acojonado por los resultados que eso iba a tener en el día a día de nuestro mal querido pais también conocido como Ehppañña, por algunos buitres que siguen pensando que si nos hundimos del todo es bueno para ellos. 

Me recuerdan a los integristas islámicos que adolecen de las mismas pautas de comportamiento. Tanto unos como otros esperan que la desesperación arrastre a las masas a solicitar cambios, en los que hábilmente estén ellos ya instalados, para luego masacrar los restos de los que se atrevan a protestar cuando se den cuenta de a donde han ido a parar.
Y al hilo de estos pensamientos acudía a mí una de las escenas de La Guerra de las Galaxias, de la nueva saga, el episodio I, La Amenaza Fantasma, en el que la princesa Amidala, habla sobre las potestades exhorbitantes y de las condiciones que trata de imponer la Federación de Comercio (los Mercados) que han bloqueado a su planeta Naboo, al que finalmente terminan por ocupar ante la inoperancia de un senado lleno de burócratas. Vamos que cualquiera diría que Lucas, en el '93 ya estuviese viendo lo que iba a ocurrir en nuestra galaxia, mucho más cercana. Y lo único que le faltó fue poner a los del 15M, aunque pensandolo mejor quizás los Jedi y todo lo que se montó después con Han Solo y Chewbacca, fuesen su particular visión del 15M interestelar.
Así que en estas estaba yo cuando en plena frikada, apareció ante mi la esperanza
No, no era la de antes, quiá. Era una cría de pocos años, acompañada de sus padres, una pareja de las muchas mezclas multiculturales de las que ya disponemos en Madrid, él un españolito clásico, ella de ascendencia eslava, la niña una risueña morena que empezó a parlotear primero con el padre y luego con la madre, la conversación que iba del idioma materno al paterno casi sin transiciones, debía de ser muy divertida, no quise parecer demasiado cotilla, pero a cada frase la niña se reía sin compasión de los pobres que ocupábamos  los asientos contiguos, que acogíamos aquella cascada de palabras y risas con otra sonrisa medio a esbozar.
Se apoyaba en el padre, se reía. Miraba a la madre y volvía a la carcajada, era un soplo de risas el que se abrió paso por todo el vagón contagiandonos a los que allí íbamos, cada cual con sus problemas de adulto, con sus cuitas del día, con sus negros pensamientos del futuro, y que esta cria, consiguió sacarnos de esos mundos fríos y secos, para decirnos, sin hablarnos, que aún debe de quedar una esperanza, que aún hay un futuro, no ya por nosotros que estamos casi enfilando el cementerio, sino por ellos. Porque no podemos hundirlos en la miseria, porque no podemos volver a enviarlos con su edad a trabajar al campo o a las minas, o a las fábricas, porque no podemos renunciar a todo lo conseguido tan sólo porque unos pocos sigan manteniendo sus privilegios.  

Y ella seguía riendo, apoyada la cabeza en el muslo de su padre mientras su madre, incapaz de mantener la compostura también se arrebataba por la risa, y nos dejaba ese halo de esperanza mientras yo abandonaba el vagón rumbo al cielo abierto, ese cielo que tratan unos pocos de oscurecernos, de empeñarse en que lo veamos con miedo, pero no lo van a conseguir. 

Gracias niña del metro, esta mañana me has dado un soplo de tu vida. Espero podértelo devolver algún día.

2 comentarios:

  1. Buenísimo Mike, te felicito, parece que la Esperanza, que es lo que queda en el fondo de la caja de Pandora, que están abriendo entre todos viajaba en el metro con sus padres.

    Un abrazo.

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  2. Siempre hay que buscar la salida, ese momento que nos hace pensar que pueden volver épocas mejores. Los mercados caerán, o caeremos
    nosotros.
    JAdG

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