Ando yo muy liado en estos últimos tiempos, y muy descreído. Resulta que tras largos años defendiendo la utilidad de los sindicatos como representativos de la clase trabajadora, cada vez más, me encuentro con que se han convertido en ministerios, donde reina la corrupción en grado sumo, ya que el ascenso allí no se hace por méritos u oposición, sino por trepa y trinca.
He vivido la época sindical de Marcelino Camacho, y estoy seguro que a parte de la edad, lo ha marchitado la situación que viven hoy los que el lideró y que sobreviven merced a la trinca y el chupe.
En aquellos tiempos en los que iniciamos la lucha obrera, los representantes sindicales eran los más currantes, los que se plantaban en el tajo los primeros, y los que ante una injusticia, saltaban y se enfrentaban a pecho descubierto al patrón o al gobierno, con grave riesgo para sus integridades física y económica, indistintamente.
Poco a poco los sindicatos encontraron su hueco como representantes laborales únicos, y se fueron consagrando espacios para el progreso de una especie, los liberados, que vieron en el sindicato una forma de conseguir otro estilo de vida, cobrando de la empresa pero sin prestar servicio a la misma, salvo para la defensa de los intereses de sus compañeros. Pero, ¿cómo haces esto si al final cobras de la empresa?.
La dicotomía se ha ido acentuando, y en las empresas y organismos oficiales los sindicatos hoy representan un verdadero lastre por el que en algunos casos, si no eres del sindicato tal o cual no puedes aspirar a entrar en determinados cuerpos de la administración, donde al eliminar a los políticos (corruptos como siempre, claro) de los tribunales de examen, se quedaron ellos solos y se pastelean las plazas pasándose las preguntas de los exámenes y así favorecer a los afiliados. (eso no es corrupción, es otra cosa). Véase oposiciones a los distintos cuerpos de policia, bomberos de la ciudad donde vivimos para ver que entran apellidos iguales a los que estaban.
Hace poco me topaba en el viaje de vuelta de madrid con un compañero dedicado a la defensa de los trabajadores en mi empresa que hacía tiempo que no veía, nos saludamos en el andén y nos preguntamos lo típico de esos encuentros. Cuando terminamos, un servidor se encaminó a la clase turista con su bocadillo en ristre porque no me había dado tiempo a comer con las reuniones de trabajo, y mi amigo se aproximó a la clase preferente para disfrutar de una cena en marcha. La verdad es que no me hizo maldita la gracia. Y no es envidia, es coraje.
La empresa me restringía a mí el uso del ave y nos pasó a turista para ahorrar costes, y mientras, mantenía la clase preferente para los defensores de los trabajadores. Hubiese sido un detalle por parte de éstos renunciar a esa prebenda para estar más cerca del "pueblo".
Por eso echo de menos a Marcelino, ese ejemplo suyo es imborrable para mí, pero desgraciadamente los que le han seguido y los muchos que hoy hay revoloteando en el "ministerio sindical" no son ejemplo para nadie. En él han quedado los mediocres, miren a su alrededor, miren a su enlace sindical, y por supuesto que hay excepciones honrosas, pero en la mayoría de los casos da la casualidad de que no son ejemplo de probidad y trabajo.
Si alguien investigase mínimamente lo que pasa en organismos públicos, y el primero el ayuntamiento de esta ciudad, sobre los sindicatos y sus representantes, posiblemente tuviese para escribir varias páginas de corrupción, enchufismo, tratos de favor, mobbing en grados extremos a los no sindicales, y en definitiva lo más deleznable y cobarde de la especie humana abrazado a la farola del sindicalismo como bandera para arribar y prostituir los principios de la lucha obrera.
Las federaciones y uniones de los sindicatos se nutren de los liberados para ocuparlos en labores formativas, administrativas y organizativas de la institución sindical. Difícilmente los liberados a tiempo completo suelen tener relación con sus empresas, ni hay forma de que estén al tanto del día a día de sus compañeros de nómina, para poder ejercer una defensa efectiva de sus problemática laboral. Salvo cuando se les va agotando el mandato, que es cuando suelen retomar un contacto paulatino para suavizar una posible reincorporación traumática, teñida de crítica y descrédito por parte de los compañeros de empresa; porque ¿donde han estado estos cuatro años?
ResponderEliminarEso sin hablar de los casos exitosos que acaban convertidos en personal ejecutivo de entes autonómicos o federales, lo cual no es censurable, pero muchos de los mejores defensores cuentan con todas las facilidades por parte de las empresas para quitarse a un puerco espín de encima.
Hoy en día los que quedan en las empresas son principalmente de dos tipos: Los legales, verdaderos defensores altruistas sin ambición para un entramado mayor, los del tajo. Y los mediocres, como bien dices. Los que no querrían tener cerca ni en el propio sindicato, pero que quizá consiguen aumentar la afiliación a base de fórmulas poco plausibles, promesas que casi nunca se cumplen o en las cuales los primeros beneficiados son ellos mismos.
Existe un tercer grupo, los hombres (y mujeres) de paja, irrelevantes en su labor ya que sirven poco más que para conformar las candidaturas. Este grupo no interesa que adquieran conocimientos vayan a convertirse en el garbanzo negro que les eche a perder la olla a los sindicalistas profesionales; esos a los que les salen los dientes y las tetas en el cargo, y repiten mandato tras mandato sin dejar que jamás entre aire fresco. "Esos deben saber mucho, que llevan toda la vida!" (No tenéis idea de lo listos que son!!)
Podrán ser útiles y servir a sus intereses o los de la propia empresa en un momento dado. Pero serán un fraude y tarde o temprano sufrirán la consecuencias, incluso la de sentirse un lastre para aquellos a quienes tienen sometidos. Parecen no recordar que el respeto jamás se gana con mentiras ni manipulaciones.
Y como esta frase me encanta y si no la pongo voy a reventar, espero que le encontréis relación con lo dicho aunque su aplicación es más amplia.
Seducimos con mentiras, pero pretendemos que nos amen por lo que somos.
V'ssss