viernes, 15 de julio de 2011

Una travesía en el desierto

Por Antonio Camacho Cruz                    
Tenemos un largo camino por delante. Un camino en el que encontraremos dificultades como las que encontraron nuestros padres y nuestros abuelos, y sólo analizando las causas de nuestros problemas seremos capaces de encontrar solución. Llega el momento en el que hay que afrontar los errores propios, cuando nos hemos desviado tanto de nuestra base ideológica, que ya no sabemos exactamente hacia donde nos dirigimos.

Como en todo experimento analítico, lo importante no será el contexto económico, sino el contexto social. Partamos de la base de que las equivocaciones son propias y no consecuencia de causas exteriores. Analicemos, pues, cual es el fallo y cual es la solución; en que nos hemos equivocamos y en que podemos cambiar; que ideas debemos resucitar y que vicios debemos desterrar.

Según Michael A. Lebowitz, colaborador de la Asociación Universitaria Carlos Marx, desde el S.XIX  “el principio básico del socialismo estaba claro: el socialismo era una sociedad en la cual la naturaleza de las relaciones sociales y de los derechos de propiedad permitirían el pleno desarrollo del potencial humano”. Con esto, tenemos que tener en cuenta que la herramienta más importante en la que se basa el socialismo es el esfuerzo. Si no somos capaces de erradicar la cultura del conformismo, tenemos un grave problema. El socialismo no es una sociedad en la cual las personas venden su mano de obra y son dirigidos desde arriba por otros cuyas metas son las ganancias más que la satisfacción de las necesidades humanas; por tanto, no podemos convertirnos en aquello con lo que históricamente hemos luchado.
Se han cometido graves errores, queda una larga y dura travesía del desierto.

El hecho de sobreponer el colectivo sobre el individuo a toda costa, hace que olvidemos la importancia de la personalidad de cada uno en beneficio del grupo. No se pueden imponer ideas; debemos empezar desde la conjunción de diferentes puntos de vista porque “los seres humanos son diferentes y tienen diferentes necesidades y habilidades, su desarrollo por definición requiere del reconocimiento y respeto de las diferencias”. En esto se basa la refundación de una ideología: en construir el nuevo modelo de socialismo del S.XXI, y para ello hace falta aprender de las lecciones del pasado para volver a tener claridad sobre el tema.

No es de recibo culpar al contexto económico que nos rodea, de la crisis de identidad que afecta al Partido; no es de recibo, que decenas de miles de jóvenes se manifiesten en contra de toda la clase política y que no encontremos una solución ni siquiera la valentía de decir: “tienen ustedes razón” . Porque, compañeros, tienen razón. Tienen razón en que la clase política cada día esta mas alejada del pueblo. No se puede permitir que un diputado falte a muchas de las sesiones del Congreso, sin tener ninguna reprimenda del Partido.

Hace pocos días, un político con un poco de sentido común, me decía que el sitio de un concejal debe estar en su despacho, en contra de las indicaciones del Partido que dicen que el político debe estar en la calle, al lado de la gente. Porque, señores, el concejal debe trabajar para el pueblo, cumpliendo con sus obligaciones. No es deber de un político el ganar votos para las próximas elecciones, sino trabajar para que en las próximas elecciones el electorado confíe en el proyecto que hemos trazado durante esos cuatro años. Unas elecciones no se ganan en peroles, peñas y entregas de premios, sino en despachos, plenos y realidades.

    Parafraseando a un ex alcalde de nuestra ciudad, además de excelente político, Julio Anguita: “Programa, programa y programa”. Esa debe ser la base sobre la que se edifique la próxima realidad socialista. Un programa para todos, capaz de involucrarnos a todos; recordad que el programa con el que una formación política se presenta a unas elecciones es el contrato que firma con su electorado y es de obligado cumplimiento.

    Tenemos tantas cosas que aprender, que esta travesía nos vendrá bien para empezar de cero, valorando nuestras iniciativas y dándole la importancia que tiene a los valores del pasado. 



Ejemplos de porque el descrédito acude a la política. Listado de concejales y senadores del PP y del PSOE detenidos y condenados por ir ebrios al volante. Estos son los que nos dirigen.

Yo soy socialista de cuna, de ideología socialista en una época en la que lamentablemente da vergüenza decir que se es. No hace mucho nuestros abuelos lucharon por unas ideas que hoy se han malvendido; ya es hora de que una nueva generación se abra puertas, porque es deplorable que en un partido como éste, exista la figura de los “barones”.

Recuerdo unas palabras de mi abuelo: “Podrán decir muchas cosas de mi, pero nunca podrán decir que me he llevado un duro de nadie”. Lamentablemente no muchos pueden decir eso.

Quizás no sea tan malo pasar esta travesía por el desierto…

4 comentarios:

  1. Bueno, el político debe también estar con la gente porque en el despacho se cree que las personas son números. Hayq eu estar con la gente y mirarles a la cara para así tomar las decisiones sabiendo a quienes afectan. Otra cosa es estar por estar.

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  2. Mike no tiene desperdicio. Pero es que todo está desvirtuado, el conformismo es la ideología (es un decir) dominante. El otro día estuve en un cumpleaños, no pude ir a la manifestación por ello, era de mi nieto, pues mientras los jóvenes estaban protestando en la calle, otros jóvenes estaban preocupados por los contratos de no se que futbolistas, yo estaba fuera de juego eran cinco contra uno y me callé, fuí reprendido por el poder ejecutivo por ser un "sieso" y no hablar. ¡De qué! De fútbol, de trapos y rebajas (hablaba el otro género), con mi nieto de dos años. Me callé.

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  3. Por lo general las personas solo cambian por dos motivos: Inspiración o Desesperación. El caso es que aqui hay poca inspiración y la desesperación no llega a tanto, otra cosa es lo que pasó en el norte de africa. Como digo en mi entradilla, malos teimpos nos quedan...

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  4. En realidad lo que ha pasado en el norte de África y en España responde a los mismos factores, aunque los condicionamientos y las consecuencias han sido diferentes. En ambos lados una juventud que ve a sus gobernantes cómo una banda de políticos que no hacen política, es decir el bien de la polis, que los ha elegido, sino que están al servicio de buena o mala gana de poderes oscuros y no democráticos, coadyuvando al esquilme social en favor de aquellos y que ese esquilme es tan acusado que ya queda poco para ellos. La diferencia no es tanto el que el simulacro democrático fuera más cruel en uno que en otro, sino que aquí esos jóvenes tienen el paraguas de la generación anterior, de sus padres que pueden seguir manteniéndolos en el limbo durante algunos años más. En el Magreb, con las familias mucho más en el borde de la mera subsistencia, esos jóvenes no tuvieron más remedio que reventar las costuras del sistema, durante poco tiempo, es cierto, porque ya han sido cosidas convenientemente por quienes va a seguir esquilmándolos.

    Y la travesía va a ser dura, muy dura. Pero hay responsables con nombres y apellidos de haber denegado la racionalidad democrática, no digamos ya la socialista, a quienes los elegían para ello. Una cosa es la adaptación a circunstancias por realismo y otra volverse líquido, la pérdida de la masa ósea ideológica y programática para poder colarse en el sistema como el agua se cuela por las rendijas de la tierra para su propio beneficio. En lugar de cumplir con su obligación de erosionarlo.

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