domingo, 3 de enero de 2021

 

Quiero ser finlandés

 
Finlandia, il paese più felice del globo

Hace algunos años que estuve en Finlandia, y desde entonces me enamoré de su forma de entender la vida. Hace mucho frío allí, es verdad, el clima puede ser detestable, pero quizás sea lo peor que se pueda sobrellevar. Por lo demás, estamos a años luz de su forma de ver la sociedad, la familia, la educación, la economía…la vida en definitiva.

Porque de lo que me he dado cuenta desde Marzo para acá, es que no quiero es estar en un país donde por esta catástrofe de magnitud mundial que se llama pandemia COVID 19, he visto como le saltaban todas las costuras sociales, económicas y políticas, para dejarnos desnudos frente a lo que realmente somos. Un “excremento” de país, que diría Forges.

Es cierto que algunos se salvan, bien por ellos, pero desde luego no son siquiera mayoría. Así es que me ratifico, quisiera que me diesen la nacionalidad finlandesa aunque sea testimonial. Quiero pagar mis impuestos allí, aunque tenga que vivir aquí.

No quiero que mis impuestos alimenten a una clase política autonómica, (este país no ha declarado ningún 155 en pandemia contra ninguna autonomía ¿eh?) que ha permitido, sálvese el que pueda, que más de la mitad de los muertos sean personas mayores ubicadas en residencias gestionadas autonómicamente, que se han convertido en un “nicho de negocio” obviando que con lo que mercadean es con las vidas de sus “clientes”.

No quiero que mis impuestos alimenten el odio y la fragmentación de un país cuya clase política “nazional”, no ha visto la magnitud de lo que está pasando, solo han visto una oportunidad de tirarse a degüello para ver si cogen el poder de forma “golpista”, vamos… “a su manera”. Porque en este país los únicos facultados para hacer “patria” son los nazis, si no están ellos en el poder, los demás son bolivarianos y rojos susceptibles de ser fusilados.

No quiero que mis impuestos alimenten una casta de portadores de sables, que siguen anclados en la añoranza de las dictaduras y los fusilamientos en las cunetas, mientras disfrutan de prejubilaciones generosísimas a las cuales ningún periodista o político que se precie se refiere cuando critican las prejubilaciones de empresas.

No quiero que mis impuestos alimenten una monarquía desahuciada de facto por los hechos. Que es cierto la presunción de inocencia, por supuesto, pero que también es insoportable el ver como se pretende rechazar la investigación judicial amparándose en una inviolabilidad “constitucional” que a todas luces representa un derecho de pernada que yo personalmente no le consiento a nadie. Allá el que quiera defenderlo, aunque yo propondría a los defensores del emeritísimo, que para más loor y gloria coronaria les ofrezcan a las mujeres de su familia, para que las “honren” ejerciendo el tal derecho.  

No quiero que mis impuestos alimenten a los cómplices de esa monarquía, que no son ni más ni menos que cada uno de los jefes de gobierno que han existido en esta democracia, Suarez, Calvo Sotelo, Felipe, Aznar, Zapatero y Rajoy. Todos ellos, así como los directores de las cabeceras periodísticas de este país, desde El País, hasta La Razón, pasando por el ABC, de estos años atrás, por haber encubierto los desmanes y tropelías cometidas por el jefe de la casa real. Los que están muertos se librarán, pero los demás, que pasen por un juzgado para dar cuenta de sus actos, si el otro es inviolable, éstos no lo son.

No quiero que mis impuestos alimenten a las hordas de irresponsables civiles que, haciendo caso omiso de las recomendaciones para combatir la pandemia se han lanzado a una vorágine de actos, en los que se han visto contagiados y han utilizado los servicios de salud que seguramente la mitad de ellos no pagan. Y sin embargo y por razón de edad, me puedo encontrar en la situación que, habiendo sido respetuoso con las leyes y normas, si me viese en la situación de tener que ser intubado en una UCI y hubiese uno de estos borricos de menos edad y muchas menos ideas, en la misma situación, lo intubarían a él y no a mí.

No quiero que mis impuestos alimenten a quienes forman parte del vandalismo social al que se nos somete cuando se revientan centros de diagnóstico y se esparcen los PCR por los suelos, o se gritan consignas de libertad y terraplanismo, o se celebran fiestas ravé, discotecas y bares pro contagio, o bodas y entierros étnico/religiosos de 300 comensales donde se pasan por el forro de sus costumbres las normas, pero bien que exigen que se les atienda del diez en los centros de salud. No quiero multas para todos estos, solo quiero una lista con los sancionados y de su entorno inmediato y si deben de acudir a un centro de salud u hospital, por una causa normal; infarto, ictus o lo que sea, se les atienda, pero que, si es en caso de contagio por COVID, que se les derive a un centro de reclusión para pasarlo lo “mejor que puedan”, pero sin gastar dinero público en quienes no creen en los sistemas que nos damos para regular nuestra convivencia.

No quiero que mis impuestos alimenten a quienes escudados en una falsa idea de libertad, cuando han sido ellos los que nos han subyugado más las idems, ataquen a todo lo que pueda parecer sospechoso de atentar contra ella, y así somos el único país donde la descarga de la aplicación móvil para controlar la pandemia es más baja. Y mientras se dejan enganchar sus datos personales en los móviles por cientos de empresas. Es la tecnología, estúpidos.

No quiero alimentar con mis impuestos a quienes no sé porque narices no dan los datos de la pandemia en fin de semana, porque seguro que trabajan de 8 a 3 nada más. ¿Es que el virus no ataca en fin de semana?

En definitiva, estoy acabando asqueado de tantos y tantos que solo son capaces de mirarse el ombligo sin ver a la tribu, al colectivo, es lo que tiene este mundo singular y libre, que cada cual debe mirar por sí mismo, es lo que enseñan, y así nos va.

Hace mucho frío en Finlandia, si, pero a mi es este país el que me deja helado.


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